31 octubre 2009

Lucas 5

Vamos a Lucas Capítulo 5, el famoso pasaje de la pesca milagrosa: “Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre El para oír la palabra de Dios y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago, y los pescadores habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco, y sentándose enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar dijo a Simón: “boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar”.

Respondiendo Simón le dijo: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado. Más en tu palabra, en tu palabra echaré la red”. Y habiéndolo hecho encerraron gran cantidad de peces y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que viniesen a ayudarles y vinieron y llenaron ambas barcas de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús diciendo: “Apártate de mi, Señor porque soy hombre pecador”, porque por la pesca que habían hecho el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él. Y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo que eran compañeros de Simón, pero Jesús dijo a Simón: NO temas, desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas dejándolo todo le siguieron”. Bendiga el Señor su santa palabra.

Padre, encomendamos esta maravillosa palabra a ti y nuestras vidas, nuestra voz, nuestras enseñanzas. Háblanos a través de tu palabra y edifícanos. Nútrenos en nuestro fe Señor y danos la visión para ver tu forma generosa de obrar para con nosotros. En el nombre de Jesús. Amen.

Hemos estado hablando acerca de la vida generosa, una vida de dar. Hemos hablado acerca, usando por ejemplo la vida del profeta Elías, de la necesidad de dar en la zona de la incomodidad, más allá de lo familiar, más allá de lo cómodo. La viuda de Sarepta tuvo que darle al profeta Elías algo que era muy precioso para ella. Ella tuvo que dar en esa dimensión para poder extraer la bendición que Dios quería darle a su vida.

Hemos hablado también acerca de que Dios es el dueño de todo el oro, la plata, todo lo que tenemos, todo lo que somos es de El. El Señor es el dueño de todo. El Santas es el dueño de los átomos querer componen la materia, la realidad, nuestros pensamientos, los procesos electroquímicos que gobiernan nuestro cerebro, todo es en última instancia fruto y producto de El. Cuando le damos a El, le damos de lo que es suyo, no de lo que es nuestro, nosotros no tenemos nada por nosotros mismos.

Hemos dicho también que cuando vivimos en esa forma, en una forma generosa, dadivosa, hermanos la bendición fluye en nuestras vidas. Esa es la matemática de Dios. La matemática del hombre y de la razón dice: mientras yo más retengo, más tengo. La matemática de Dios dice: mientras yo doy, más recibo. ¿Ustedes ven? En la matemática de Dios menos es más cuando se hace en fe, conforme a la bendición del Señor. En la matemática de Dios, morir es un preludio para vivir. En la matemática de Dios el rebajarse es el preludio para subir.

Miremos Filipenses 2 del 5 al 11: “... el Señor se despojó de si mismo, se despojó de su gloria por lo cual Dios lo levantó y le dio un nombre que es sobre todo nombre.” En la matemática de Dios la contradicción, la paradoja es predominante. En la razón siempre todo tiene que ser lógico.

Y esto lo vemos aquí en la vida del Apóstol Pedro. Hasta aquí hemos predicado sobre todo basándonos en el Antiguo Testamento y yo quería mostrar que estos principios también son los mismos en el Nuevo Testamento.

Vemos aquí que el pasaje comienza con una situación de necesidad. La necesidad es de parte de Jesús. El Señor está aquí sintiendo la necesidad, ¿cuál es la necesidad? La multitud lo ha seguido, como lo seguían siempre porque solo El tenía palabra de vida eterna. La multitud se agolpa sobre El y El no puede hablar con libertad, están todos arropándolo y en su naturaleza humana, El no puede hablarles en la manera que quiere hablarles. Entonces no tiene una plataforma, no tiene micrófono. El hubiera podido si hubiera querido hablar con una voz sobrenatural, pero el Señor se ciñó a su forma humana en este caso. El está experimentando una necesidad: ¿cómo le hablo a la multitud? ¿Cómo resuelvo este dilema? ¿Cómo puedo yo comunicarme y darle vida a esta gente por medio de mi palabra?

Miremos un momentito ese dilema antes de continuar. El Señor pudiera, como decimos, hablar sobrenaturalmente pero prefiere limitarse a su voz humana. Y así pasa, hermanos con el Reino de Dios aquí en esta administración actual, en que Dios ha escogido limitarse en su capacidad para hablarle a la humanidad y le habla a través de ¿quién? A través de la iglesia, el Señor no ha escogido ángeles para viajar por los diferentes países del mundo predicando el Evangelio. ¿A quién ha escogido? Nos ha escogido a nosotros, El hubiera podida si hubiera querido hacerlo, pero Dios ha inventado un sistema que se llama la iglesia, los fieles, los hijos de Dios para predicar su palabra a una multitud, a un mundo necesitado.

Entonces dice que el Señor mira alrededor y dice que vio dos barcas sobre las cuales estaban unos pescadores lavando sus redes después de una noche de pesca, que después descubrimos que fue una noche totalmente infructuosa, no pescaron ni un solo pez. Y ahí están allí, como buenos pescadores, lavando sus barcas de la sal o sus redes de la sal, para que no se les corrompan. Pero el Señor ve que ellos tienen algo que El puede usar: una barca. Y su mente le dice que si El puede subirse sobre esa barca, distanciarse un poco de la orilla, y estar a distancia de la gente, El puede mejor proyectar su voz y dar su mensaje de vida.

Y aquí también vemos un paralelo, porque yo siempre he pensado que nuestras vidas son como esa barca que el Señor le pide a Pedro que le permita usar. Nuestras vidas son así, nosotros somos esa barca, nosotros somos la barca de Pedro. El Señor está diciéndonos: yo necesito tu vida. Yo necesito tu propiedad. Yo necesito tus recursos para Yo subirme sobre ellos y proyectar mi mensaje de vida a la multitud que lo necesita. Digan amen aunque sea para agradarme un poquito, para saber que no se han ido o no se han dormido. El Señor necesita nuestras vidas. ¿Por qué? Porque El lo ha decidido así.

El Señor que es el creador, el dueño de todo, dice: Yo necesito lo que tu tienes. Porque sabe algo, hermanos esa barca no pertenecía a Pedro, pertenecía al Señor porque el Señor hizo el árbol del cual fue hecha esa barca. El Señor dice: me permites usarte? ¿Me permites usarte? ¿Me permites montarme dentro de ti y tomar control de tu vida, de tus recursos, de tu dinero, de tu tiempo, de tus talentos? Escúchame. El Señor siempre está preguntando eso. El Señor siempre está buscando gente que le diga: Señor, úsame.

Una vez el Señor miró y vio una multitud y su corazón se rompió porque dice que los vio como ovejas sin pastor. Y el Señor dijo: los campos están blancos, blancos para la siega y no hay obreros para trabajar esa cosecha. Y el dijo: rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies, hay necesidad.

Hermanos esta época es una época de gran oportunidad para el mundo. La iglesia de Jesucristo tiene más trabajo que nunca y necesita más recursos que nunca para poder proyectar el mensaje de salvación. El Señor dice: ¿dónde están los obreros? ¿Dónde está la gente que se de y que de para llevar a cabo la obra del Señor? Yo pienso en el futuro de nuestra iglesia y yo veo grandes posibilidades que el Señor puede usar esta congregación más y más cada día. Pero, hermanos, yo entiendo también que una iglesia necesitará invertir, invertir para que esas cosas se hagan posibles. Nosotros queremos una iglesia de excelencia. Y hermanos, eso cuesta. Requiere, hermanos una congregación generosa, escúcheme. Una congregación generosa. Hombres y mujeres generosos. ¿Entiende? Que no tengamos que estar mendigando ni manipulando, sino que usted de porque ese es el gozo y el privilegio de usted. Amen.

Y eso es lo que hemos entendido de la vida de Elías también, que cuando nosotros damos debemos dar desde una postura de suficiencia en el Señor, no teniendo miedo ¿de dónde vendrá este pancito que estoy dando ahora y me va a faltar? ¿Usted entiende? Esa es la mentalidad de escasez, de pobreza del mundo. La mentalidad del hijo de Dios es una mentalidad de suficiencia, de bendición, de provisión. Jehová es mi pastor, nada me faltará, dice la palabra del Señor.

Hermanos yo creo que el creyente tiene que practicar la generosidad como una disciplina. Tenemos que practicar la generosidad despreocupada. Y tenemos que a veces, hermanos ser un poquito desordenados, voy a decir eso. Al dar así, deliberadamente y ser un poco atrevidos, y ser a veces un poquito desordenados, miren, el Señor bendice y ahí descubrimos la bendición del Señor. Aquí en nuestra iglesia yo trato de que practiquemos eso.

Y yo le pido al Señor: Padre, no nos hagas tan prudentes y tan administrativos en nuestra mentalidad que nos pongamos mezquinos en lo que demos al Señor. Vamos a ser libres para dar a diestra y a siniestra. Vamos a ser una congregación generosa con nuestra planta física, nuestros recursos financieros y vamos a darles a otros ministerios, vamos a darle a otras iglesias, vamos a darle a otros ministros, vamos a desarrollar más para el Reino de Dios porque a nosotros dar, Dios nos va a bendecir más y más cada día.

La palabra del Señor dice en Eclesiastés: “...echa tu pan a las aguas porque después de muchos días volverá a ti. Dice, reparte a 7 y a 8 porque no sabes el mal que vendrá.” Por eso yo les animo en este tiempo de esta visión de levantar nuestro templo, que usted no pierda esa oportunidad de comenzar a practicar una vida de generosidad para con Dios. Atrévete en el nombre del Señor. Esa es la palabra, atrévete en el nombre del Señor. Salte de tu comodidad y atrévete a hacer algo noble, heroico, generoso. El Señor dice: Yo tengo una necesidad, ayúdame. Ayúdame dice el Señor.

Mire como eso es escandaloso. Algunos teólogos me sacarían del púlpito si me oyen decir eso. Pero el Señor dice: ayúdame. A ti energúmeno, insignificante, el Señor dice: ayúdame. Dice: yo quiero hacer un templo para que mi comunidad latina escuche el mensaje. Ayúdame. Y si tu te atreves, Dios te va a bendecir.

Yo termino con esto. Miren lo que pasó aquí, y esto es un mensaje precioso. Pedro tuvo la sensibilidad de darle al Señor su barca. Entonces el Señor se torna hacia Pedro, después que predica el mensaje, después que ha satisfecho a la multitud, después que Pedro le ha dado su propiedad al Señor para que la use, y ahora le dice a Pedro: Pedro, ahora vamos tu y yo vamos mar adentro. Tengo algo que enseñarte. Y allí, cuando han ido mar adentro el Señor le dice a Pedro: Pedro, ahora echa tu red para pescar. Yo te aseguro que el Señor se lo dijo con un poquito de malicia porque El sabía lo que le había pasado a Pedro la noche anterior. El sabía que Pedro había estado tratando de pescar toda la noche y no había cogido un solo pez con su fuerza natural y su propia astucia y sus propios recursos. Pedro no sabía que El sabía pero el Señor sabía que El sabía. Y le dice ahora a Pedro: ven, vamos a hacer un experimento tu y yo.

El Señor ha estado elaborando toda una enseñanza objetiva a través de todo este proceso. Y el Señor le dice: boga mar adentro Pedro, porque yo te quiero enseñar una cosa que te va a servir para toda vida y todo tu ministerio y es que cuando tu me das a mi, yo voy a estar muy conciente de tu necesidad y te voy a bendecir y te voy a proveer más de lo que tu con tu propia fuerza lo vas a recibir.

Entonces el Señor le dice a Pedro: echa tu red para pescar. Y la razón le dice a Pedro, pero si yo estuve en la noche pescando en condiciones óptimas, en la noche cuando se pesca porque no hay ruido, no hay luz que asuste a los peces, no pude pescar nada, y ahora este hombre que no sabe nada de pesca me dice que eche la red ahora. El Señor dice: pero, no uses tu razón, usa mi poder. Mi poder puede más que la razón.

Pero Pedro tuvo la sensatez de ser obediente. Pedro tuvo el sentido de poner a un lado su razón y entró en una modalidad de fe y de obediencia. Digan todos: obediencia. Esa es la clave. Hay muchas cosas que no van a ser sentido para ti. El diezmo quizás no va a ser sentido para ti, pero hazlo en obediencia, como yo lo tuve que hacer hace 25 años en obediencia, y no me ha faltado y Dios me ha bendecido. Yo no lo creía necesariamente pero dije: bueno, hay tanta gente espiritual a través de los siglos que ha practicado esto, y la palabra del Señor es bastante clara, pue yo voy a ser obediente. Voy a poner a un lado mis dudas, mis temores y lo voy a hacer. Y ¿saben qué? Ese mismo año Dios me bendijo mucho más de lo que yo me hubiera imaginado.

A veces tenemos que hacer las cosas por simple obediencia. Aprieta los dientes y hazlo porque el Señor lo dice y olvídate de tus preguntas, tus temores, tus reservas, tus dudas y las circunstancias o lo que has visto de otros. Hazlo porque el Señor lo dice.

Pedro dijo: Señor, toda la noche he tratado de pescar, no he cogido nada, pero en tu palabra, por tu promesa, por tu fidelidad, por tu personalidad, porque tu eres fiel, yo lo voy a hacer. ¿Y qué pasó? Dice la Biblia que recogió multitud de peces. Esos peces vinieron de todas partes de ese lago, vinieron del norte, del sur, del este y del oeste. Escucharon una voz allá en lo profundo de las aguas que dijeron: vayan a donde está cayendo esa red porque yo he dado la palabra que esa red no quede vacía. ¿Ve? Pero todo comienza con un acto allá atrás. Pedro, ¿me prestas tu barca, me cedes tu propiedad, te atreves a buscar primeramente el Reino de Dios y su justicia y a confiar en que todas las demás cosas te serán añadidas?

Aquí hay una oportunidad. El Señor está diciendo: ¿te atreves a bendecir mi iglesia? Y no te preocupes Yo te voy a bendecir. Mira, lo último cuando tu das al Señor, Dios te bendice materialmente, ya lo hemos visto en el caso de Pedro, porque cosechó mucho más, recogió mucho más de lo que jamás él hubiera pensado. Lo segundo sin embargo es que cuando tu le das al Señor Dios te eleva a un nuevo nivel espiritual. Cuando nosotros damos al Señor podemos ver la gloria de Dios. Conocemos en una forma más íntima. Crecemos en fe. Tenemos más intimidad con el Señor. Dejamos la zona de la retórica y entramos en la zona de realidad. Y hablamos, y hablamos, y hablamos pero cuando llega el momento de la verdad, muchos de nosotros nos rajamos, como dicen los mejicanos, salimos corriendo. Pero cuando tu comienzas a darle al Señor sacrificialmente tu estás entrando en el nivel de la realidad, de la verdad, de la consistencia, de la integridad y ahí no hay escapatoria.

Podemos entonces comenzar, cuando tu le das al Señor, el Señor se muestra fiel y entonces tu comienzas a crecer en fe, tu comienzas a ver a Dios de una manera que la mayoría de los cristianos que viven solamente en la teoría y en la retórica de boca para afuera, nunca experimentan. Porque cuando tu le das al Señor, El comienza entonces a mostrarse fiel a tu vida.

Pedro salió de allí bendecido, porque el Señor le dijo: ¿sabes qué, pedro? De hoy en adelante ya no vas a oler a peces más, ya no vas a ser un mero pescador de animales acuáticos, vas a ser un pescador de hombres. ¡Aleluya! Te has atrevido a arriesgarte. Te has atrevido a hacer algo loco en mi nombre. Te has atrevido a darme y por eso yo te voy a levantar y te voy a dar otro nombre, ya no vas a ser un simple hombre más sino que vas a ser una piedra sobre la cual yo voy a fundar mi iglesia. Cuando tu le das al Señor tu eres bendecido materialmente pero también eres elevado espiritualmente. No pierdas esta oportunidad de ser más que un simple mortal y ver la gloria de Dios.

Bajemos nuestras cabezas. Señor, te adoramos, te bendecimos. Gracias Señor porque estos principios han estado operando a través de todas las edades y todavía operan en mi vida y en la vida de mis hermanos. Señor queremos ser como Pedro. Queremos darte nuestra barca. Queremos vivir vidas de sacrificio y servicio, Señor. Queremos darte lo máximo. Creemos, ayuda nuestra incredulidad, Señor. Ayuda nuestra incredulidad. Rompe las amarras de la incredulidad, la razón, la mezquindad y de la pequeñez y de la timidez y del pasado.

Déjanos ver tu gloria. Déjanos mirar hacia delante, hacia esa zona de suficiencia y de privilegio a la cual tu nos llamas. Padre, danos victoria en esta etapa de la vida de nuestra iglesia. Danos esa fe, Señor para saber que cuando gente pequeña, humilde, anónima se atreve a darte tu los bendices y los prosperas. Que esta comunidad de León de Judá sea una voz, un ejemplo para toda la ciudad de Boston, de cómo tu bendices a aquellos que se atreven a bendecirte a ti primero, Señor y a entrar en zonas de fe. Aumenta nuestra fe, aumenta nuestra fe.

Mira así como tu estás con tu cabeza baja, si tu en esta mañana has escuchado bien la palabra del Señor y sabes que Dios te está llamando a una nueva zona de fe y de creencia, levanta tu mano. Levanta tu mano, simplemente. Si tu crees que Dios te está llamando a una nueva zona de fe y de creencia, por lo menos hay tres o cuatro que entienden lo que estoy diciendo. No juegues con el Señor. No seas más tímido de la cuenta,. Si tu crees que el Señor te está llamando a una zona nueva de fe, levanta tu mano en esta mañana. Oh Señor confío, confío, confío en tu provisión Dios. Ayúdame a entrar, Señor en esa zona de fe y de creencia en ti, oh Dios. Gracias Señor. Gracias Jesús.

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