Vamos al Libro de Génesis rápidamente y allí usted va a encontrar en el Capítulo 22, y déjenme leer algunos versículos aquí, comenzando con el versículo 1, Génesis 22: “... aconteció después de estas cosas que probó Dios a Abraham y le dijo: “Abraham”, y él respondió: “heme aquí”, y dijo: “toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moría y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.” Y Abraham se levantó muy de mañana y enalbardó su asno y tomó consigo dos siervos suyos y a Isaac, su hijo, y cortó leña para el holocausto y se levantó y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos y vio el lugar de lejos, entonces dijo Abraham a sus siervos: “esperad aquí con el asno y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos y volveremos a vosotros”. Y tomó Abraham la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo y fueron ambos juntos. Entonces habló Isaac a Abraham, su padre, y dijo: “Padre mío”, y él respondió: “Heme aquí mi hijo”, y él dijo: “he aquí el fuego y la leña, ¿más dónde está el cordero para el holocausto?” (una de las preguntas más inocentes que se han hecho en toda la historia de la humanidad, esa) y respondió Abraham: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío”, e iban juntos. Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar y compuso la leña, y ató a Isaac, su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo y dijo: “Abraham, Abraham”, y él respondió: “heme aquí”, y dijo “no extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada porque ya conozco que temes a Dios por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”, entonces alzó Abraham sus ojos y miró y aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos y fue Abraham y tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo, y llamó Abraham el nombre de aquél lugar Jehová proveerá. (Digan todos: Jehová proveerá. Amen.) Por tanto se dice hoy en el monte de Jehová será provisto. Amen”
Vamos a dejarlo hasta allí, después yo puedo elaborar quizás un poco más sobre lo que continúa pero en ánimo de avanzar.... Como saben hermanos estamos usando estos domingos para meditar sobre el tema de la mayordomía, de nuestra vida de entrega al Señor, de darle al Señor generosamente. Estamos meditando sobre las posesiones, sobre el dinero, sobre los talentos, sobre el tiempo, sobre esas cosas que nosotros consideramos nuestras, nuestra familia, nuestro cuerpo, nuestras vidas en total, y cómo Dios espera que nosotros nos relacionemos con esas cosas cuando las relacionamos a su vez con El y con lo que El espera de nosotros.
Y la idea es animarnos a todo. Primeramente a hacer de estos principios universales que están en la palabra de Dios, principios que gobiernan en todos los aspectos de nuestras vidas, pero también específicamente animarles a ustedes a disponerse, a disponerse a darle al Señor en una forma generosa en estas próximas semanas cuando hagamos el llamado ya para ofrecer nuestra promesa, para levantar nuestro hermoso templo y que nuestra iglesia haga acto de presencia.
Ayer me pasé tres horas hablando con nuestro arquitecto y hablando acerca de las próximas etapas de nuestro proceso de diseño y de trabajo en el templo. El domingo pasado yo presenté a dos hermanas, en el servicio de las 12 que estaban aquí, que venían de California. No dije quiénes eran, pero eran la vicepresidenta de la Christian Community Credit Union de California y uno de los empleados de esa institución, y ella venía para conocer la iglesia. Después tuvimos la oportunidad de almorzar con ella y nuestro tesorero, Alejandro Calderón, y ella estaba tremendamente agradecida de haber estado aquí, impresionada con el ánimo y el espíritu de la congregación y con las cosas que Dios está haciendo a través de esta iglesia que son ustedes y yo. Estaba impresionadísima y comprometida en ayudarnos en el financiamiento de nuestro templo.
Y hay una pieza muy importante que es lo que nosotros vamos a dar y yo le he mandado un reto a la congregación, a esta iglesia y es que..... hay un grupo de 200 personas que estamos llamando a que se comprometan a dar en un período de 24 meses, dos años, 5000 dólares y también que otros den, los que no puedan entrar en ese grupo, porque estamos haciendo un llamado conforme a la fe, y que estiremos un poco nuestra fe también. Algunos no podrán, o no se sentirán que pueden ir a ese nivel, y está bien, hermanos, porque no queremos que nadie se sienta presionado en una forma inapropiada. Así que el que pueda dar mil, el que pueda dar 2000, el que pueda dar 500 dólares, lo que sea, queremos que un ciento por ciento de la congregación de algo, hermanos. ¿Cuántos dicen amen, que pueden dar algo, eh, aunque sea algo, usted puede dar? Y no se sienta en ninguna manera empobrecido por eso si no puede dar todo lo que estamos pidiendo, pero que todos demos algo para avanzar este templo a su conclusión. Yo les prometo en el nombre del Señor que Dios ha de bendecirnos.
Como nuestro hermano Yoalmo nos decía en esta mañana, él ha podido ver esa bendición. Nosotros hemos seguido la trayectoria de esta familia y de muchos de ustedes, cómo Dios les ha bendecido a través de los años porque han dado generosamente al Señor. Y Dios ama eso. Dios ama al dador alegro. Entonces queremos primero esos 5000 dólares de parte de 200 personas y también finalmente esa idea, el que no pueda dar eso, puede dar lo que sea.
Y tercero que quizás hay algunos hermanos, algunas familias que Dios ha bendecido en una manera extraordinaria, por una razón u otra o que sienten que darle al Señor algo todavía mayor que eso, no queremos limitarlos. Queremos también algunas promesas y algunas ofrendas que sean mayor de 5000 dólares, si Dios le mueve en esa manera. No queremos tampoco poner una limitación ni de un extremo ni tampoco del otro. Pero yo creo que mi meta es que todos demos, todos los que nos identificamos con esta iglesia, hermanos, demos algo, así que recuerde esto también. Y gracias a Dios gente como Yoalmo ya se han sentido inclusive antes de ni siquiera de que hagamos un llamado oficial, han dicho: pastor, yo quiero dar ese paso de fe y gloria a Dios por eso. Ahora, ya hacia el final de marzo vamos a estar haciendo un llamado congregacional para que nos lancemos a esta gran empresa. Yo se que Dios nos va a dar la victoria en el nombre de Jesús. Amen.
Así que en estos domingos yo estoy levantando esa fe en nosotros, y estoy con la ayuda del Señor proveyendo una plataforma bíblica para esto que estamos haciendo. Estoy tratando de proveer principios de vida porque queremos también enriquecerlos a ustedes que no sea solamente sacarles el dinero, sino también dejarlos bendecidos con estos principios que nos permiten recibir las bendiciones de Dios, porque son principios extraídos de la Escritura.
Yo les decía el domingo pasado, hablamos acerca de Elías y la viuda, ¿recuerdan? La viuda de Sarepta, veíamos como el Señor proveyó para Elías, porque Dios es un Dios proveedor. Y cuando le damos a Dios tenemos que darle desde esa perspectiva, de que Dios va a proveer. Cuando Elías le pida a la viuda que le de esa torta cocida con un poco de agua, él le dice: “no te preocupes”, como dice el Señor en Lucas después, donde leímos, “no temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.”
Cada vez que Dios nos pide que le demos algo, El nos está diciendo: “no te preocupes”. Dame a mi primero porque hay más de donde eso vino, hay mucho más. Y Dios nos llama a darle a El. Elías le pidió a la viuda, decíamos, que le diera en la zona de la incomodidad, ¿recuerdan eso? La viuda estaba dispuesta a darle a Elías un poco de agua, no había problema porque ella tenía mucho agua, pero cuando Elías le pidió de lo poco que ella tenía, que era la harina y el aceite, ahí ella dijo: no puedo. Y ahí es donde Dios quería que esta viuda fuera probada, fuera estirada su fe.
Mire qué interesante que Dios le pidió a esta viuda que fuera la proveedora de Elías, que sacrificara, pero no solamente Dios quería algo de ella, sino que Dios quería bendecirla a ella, quería bendecirla mostrándole al Dios verdadero por medio de su profeta, quería bendecirla mostrándole un principio para que ella pudiera vivir una vida bendecida y próspera, y quería bendecirla también proveyéndole comida en medio de una gran hambre nacional para todo el tiempo que durara esa sequía. Es decir que cuando Dios nos pide que le demos algo, El siempre tiene un plan mayor, es un ejercicio. Yo creo que cuando nosotros le damos a Dios es más bien un ejercicio simbólico, que Dios nos permite participar en ello para bendecirnos y enseñarnos ciertas cosas y estirar nuestra fe, y llevarnos a otro nivel de madurez espiritual. Pero Dios quiere que le demos siempre en la zona de lo incómodo, donde nos cuesta, donde nos estiramos. Yo creo que cuando le damos a Dios, hermanos, siempre tiene que haber ese sentido de sacrificio porque si le damos a Dios simplemente lo que no nos cuesta, lo que no nos amenaza, lo que no nos incomoda entonces no tiene el mismo valor.
Yo recuerdo el pasaje de..... ¿cuántos han leído la historia de Ornan el jebuseo? Usted dirá ¿con qué se come eso? Nadie, parece. Ornan, el jebuseo, esto está en la Biblia en Primero de Crónicas, Dios le dijo a David que le ofreciera sacrificio en un terreno cuyo dueño era un hombre que se llamaba Ornan, y que comprara ese terreno y que lo reservara para Dios y para sus sacrificios y David se acercó a Ornan, ahí está en Primera de Crónicas 21, de 22 a 25, David se acercó a Ornan y le dijo: “Ornan, quiero comprarte esta tierra para ofrecerle sacrificio al Señor”. Ornan, que era un hombre muy sabio, muy entendido, le dijo a David –miren el 22- “entonces dijo David a Ornan: “dame este lugar de la era para que edifique un altar a Jehová, damelo por su cabal precio para que cese la mortandad en el pueblo”, y Ornan respondió a David (miren lo que es tener un corazón dadivoso para con el Señor, y generoso). El rey viene a donde usted y le dice: “quiero comprarte esa tierra”, y usted le dice: “este hombre tiene muchísimo dinero así que se lo voy a vender por lo más caro, para sacarle mayor provecho. ¿verdad?. Mire cual fue la reacción de este hombre generoso). Le dice Ornan a David: “tómala para ti y haga mi Señor el rey lo que bien le parezca, es más dice, aún los bueyes daré para el holocausto y los trillos para leña, y trigo para la ofrenda. Yo lo doy todo.”
Miren la generosidad de este hombre para con Dios. El sabía que esto era para Dios y dijo: no, yo no se lo voy a vender, rey. Se lo voy a regalar, es más no solamente le voy a regalar la tierra, sino que le voy a dar la leña para el holocausto, le voy a dar el metal que usted necesita, todo para que se de esa ofrenda. Yo lo doy todo.
Digan, hermanos, yo lo doy todo. No sabemos lo que decimos a veces, ¿verdad? Pero mire no solamente eso. Había una competencia en estos dos hombres. Qué bueno es cuando competimos para quién le da más al Señor. Esas competencias a Dios le gustan. En el versículo 24, miren la respuesta de David, dice: “... entonces el rey David dijo a Ornan: No, sino que efectivamente la compraré por su justo precio.” Y aquí estas palabras son famosas en la Escrituras. Estas palabra siempre me han perseguido a mi a través de toda mi vida, “.... porque no tomaré para Jehová lo que es tuyo, ni sacrificaré holocausto que nada me cueste”.
Hermanos, nosotros no queremos sacrificarle al Señor holocausto que no nos cueste. Usted ve que ese principio universal, siempre que le demos a Dios debemos darle de manera que nos cueste. Si usted le está dando a Dios y no te duele, si no te estás estirando en fe, si no te está incomodando, si no tienes que rascar la cabeza y decir: me atrevo yo a eso, ¿saben qué? Posiblemente no le estés dando a Dios en la zona que a El le gusta que le den: la zona de la incomodidad, la zona donde nos cueste.
David bien hubiera podido decir: bueno, está bien, gracias. Que generoso este hombre. David dijo: no, no yo quiero darle al Señor un holocausto, pero quiero que me cueste. A Dios le gusta cuando nosotros le damos. Y eso es lo que yo quiero animarles, hermanos a que en esta campaña que nosotros le demos al Señor un holocausto que nos cueste, que nos incomode. Pídele al Señor que te ilumine, que estire y aumente tu fe para que tu puedas darle al Señor más allá de lo cómodo. A Dios le gusta eso. Y esto es un principio bíblico que se repite una y otra vez.
La viuda, recordemos este principio, los ricos le daban al Señor de su exceso, de lo que les sobraba. Y el Señor dijo: bueno, eso está bien. Pero esa viuda, que dio la única blanca que tenía, la peseta que le quedaba, esa dio más que los que dieron 25.000 dólares, porque ella dio todo lo que tenía. Dio todo su sustento. Puso toda su vida, toda su seguridad sobre la mesa. Amó al Señor tanto y dio en la zona de lo difícil.
Un último pasaje aunque no termine este estudio y lo continué el domingo, pero si usted va a Segundo de Corintios, porque a veces la gente piensa, bueno si, está bien pero algo está ahí haciendo el pastor para como hacer un juego de manos, para confundirme y yo quiero que usted vea que este principio se repite varias veces en la Escritura.
Segunda de Corintios, Capítulo 8, versículos del 1 al 3. Pablo alaba a los macedonios, -un día volveremos a este pasaje seguramente-, a los macedonios por su ofrenda. Segunda de Corintios, Capítulo 8:1: “.... asimismo hermanos os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia que en grande prueba de tribulación la abundancia de su gozo y su profunda pobreza, abundaron en riquezas de su generosidad”. Mire aquí lo que dice el versículo 3: “.... pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme sus fuerzas y aún más allá de sus fuerzas”. Esta gente era pobre, estaba en tribulación, estaban bajo persecución y aun así le dieron al Señor, no solamente conforme a su fuerza sino que más allá de sus fuerzas, y Pablo los alabó. Pablo los señaló en una manera especial por esa generosidad con que ellos dieron.
Muchas veces nosotros le damos al Señor de nuestra riqueza, nuestra abundancia, nuestra suficiencia, nuestra comodidad, y Dios dice: No, no, no me des de tu comodidad, no me des tu seguridad. Dame de tu inseguridad. Dame desde la zona donde no te siente que hay razón para tu pensar que te va a ir bien. Entra en la zona de la fe, la zona de la fe es siempre la zona del déficit. Eso suena también que yo quisiera escribirlo para que no se me olvide. La zona de la fe es la zona del déficit, es la zona donde tu te sientes que no tienes seguridad de que vas a salir ileso. Y ahí es donde nuestra vida tiene que ser así siempre, hermanos. Un día con la ayuda del Señor, construiremos nuestro templo, habremos recibido la ofrenda necesaria, pero habrá otros momentos en tu vida en que Dios te va a preguntar a ti: ¿estás tu dispuesto a creer en mi, como Abraham?
Entremos por un momento ahora, directamente. Abraham ilustra este principio y yo voy a señalarles a través de la Escritura, yo espero en los próximos minutos, como un abogado que está tratando de construir un caso, yo les voy a enseñar que este principio se ve una y otra y otra vez, a través de la Escritura. Estos principios que yo le estoy elaborando aquí. Abraham era un hombre que amaba a Dios. Dios, a los 75 años, estéril su esposa, le promete un hijo, a los 100 años le cumple la promesa y le da un hijo, y a los 130 años le dice: dame ese hijo que tu amas tanto y sacrifícamelo. Mátamelo. Ofrécemelo como un holocausto. Córtalo en pedazos como se corta y buey y ofrécemelo a mi. Ahí comienza un drama que es de mucha instrucción para nosotros. Hay un principio que yo veo en la vida de Abraham en este pasaje. A mi siempre me ha conmovido ese pasaje del Capítulo 22. Yo creo que fue el momento más grandioso en toda la vida de Abraham. Fue el momento que definió a este hombre. Ese momento nos mostró el corazón de este hombre y por qué Dios había escogido a Abraham y por qué Abraham podía ser el padre espiritual del pueblo hebreo y de la iglesia de Jesucristo por extensión.
Aquí vemos muchos principios espirituales que nos pueden ayudar en nuestra vida de mayordomía y en todos los aspectos de nuestra relación con Dios. Yo veo algo aquí, hermanos, y es este principio que cuando Dios nos pide que le demos algo, Dios involucra siempre un proceso de crucifixión. Siempre en el dar, en esa manera, cada vez que yo diezmo, Dios me crucifica un poquito. Cada vez que yo le doy al Señor una ofrenda más allá de lo cómodo o de lo normal, yo muero un poquito, porque tengo que morir a mi yo, tengo que morir a mi deseo de seguridad, tengo que morir a mi razón que me dice “no des porque si das te va a faltar”, tengo que morir al instinto humano de supervivencia, de querer asegurarse siempre su comodidad y su seguridad, tengo que morir a esas cosas. Tengo que morir a mi amor al dinero, tengo que morir a mi apego a las cosas que me gustan y ponerlas en riesgo y en ese momento hay una gota de sangre invisible que se desprende de nuestro corazón porque tenemos que morir a lo humano, a lo normal, a lo biológico, y Dios nos está pidiendo que nos movamos a la zona de la espiritualidad, de la fe. Por eso es que si usted no está dispuesto a morir, usted no puede agradar al Señor porque siempre hay esa idea de que tenemos que vivir entregando las cosas al Señor. Y por eso es que el Señor nos dice en otro pasaje que si nosotros no estamos dispuestos a darle todo, a entregarle todo, padre, madre, hijo, lo que sea, no merecemos ser sus discípulos, porque hay que morir, hay que estar dispuestos a vivir como un peregrino. Y Abraham era un hombre que entendía esto, porque Dios le da su hijo y después al final, el único hijo que él tenía con aspiración de descendencia... él tenía un hijo ilegítimo pero ese no era el hijo de la herencia, Dios había dicho que era a través de Sara y el hijo que él había tenido a través de Sara, Dios ahora se lo pide para que lo sacrifique. Y Abraham hubiera podido decirle: no. Porque Dios le estaba pidiendo algo irrazonable, porque Dios le estaba pidiendo algo que no era legítimo en un sentido, pero vemos aquí que Abraham no le dijo al Señor “No”, sino que dijo: bueno, aunque yo no entiendo.
¿Les ha pedido Dios a ustedes algo en su vida, ha hecho Dios algo en su vida que usted no entiende por qué? ¿Lo ha puesto Dios en algunas situación que usted cuestiona hasta la bondad y la consistencia y la justicia de Dios? Usted dice: Señor, pero si yo te he servido. Yo he hecho esto, yo he hecho lo otro, y tu me estás quitando esto. Y uno se aira y se molesta con Dios muchas veces. Pero Dios es soberano y Dios a veces nos crucifica y nos pone.... Yo titularía este sermón Muerte en los montes de Moría, porque allí fue donde.... se llamaba el monte de Moría, donde Dios le pidió que sacrificara a su hijo. La muerte no fue la muerte de Isaac, la muerte fue la muerte de Abraham. Cuando Abraham bajó de esa montaña Abraham era otro hombre, Abraham había muerto, Abraham había dejado su vida allí, porque él ya estaba dispuesto a meterle el puñal a su hijo y matarlo y con eso ya destruir toda su vida, su felicidad, sus aspiraciones de descendencia espiritual y biológica. Todo, un anciano de 130 años, Dios le está pidiendo que le mate a su único hijo. Está diciendo: mátate tu mismo. Y Abraham estuvo dispuesto a hacerlo, así que allí se quedó Abraham. Hermanos y por eso es que Abraham es un ejemplo para nosotros. Y mire, cuando Dios nos pide algo, nos pide: dame esto, dame lo otro, y nosotros refunfuñamos y nos quejamos y nos rebelamos y criticamos al Señor. Óigame, a este hombre Dios le pidió la totalidad de su vida, y en ese proceso que explora aquí en Génesis 22, hay una serie de principios muy importantes que yo quiero dejar con ustedes.
Lo primero, miren el versículo 1 dice: “.... aconteció después de estas cosas que probó Dios a Abraham”. Probó, “probó Dios a Abraham”. ¿Cuántos saben que Dios prueba? Hermanos, Dios siempre nos está probando. A veces en las cosas más sencillas que usted no piensa, Dios está poniéndole una prueba a ver cómo usted va a reaccionar. Y a veces nosotros ni siquiera sabemos que Dios está involucrado en una situación pero es El quien está diciendo: bueno, ¿a ver qué tu vas a hacer en este caso? Si tu me vas a honrar, si tu crees mis principios o si verdaderamente tu simplemente eres de la boca para afuera, como decimos nosotros. Hay situaciones en que Dios.... Yo creo, por ejemplo, que para muchos de nosotros esto que estamos viviendo, este drama de construir nuestro templo es una prueba. Si tu vas a hacer caso omiso y te vas a considerar no aludido,.... bueno, eso es para otros, pero yo ahora mismo no puedo, no tengo tiempo, lo que sea. O tu vas a decir: no, yo soy parte de este proceso y yo le voy a dar al Señor, y yo voy a creer que Dios me va a bendecir.
Dios siempre nos está probando. La Biblia dice en un pasaje muy maravilloso que siempre me impacta también, dice que “los ojos del Señor recorren toda la tierra para encontrar a aquellos que tienen corazón perfecto para con El para bendecirlos”. Y entonces Dios a veces prueba, como probó a Israel en el desierto, dice: “para saber lo que había escondido dentro de ti”, dice, para probarte, para humillarte, para quebrantarte, para sacar a la luz. Las pruebas sacan a la luz lo que está dentro de nosotros. Si un hombre solamente tiene comodidad y retórica y boca solamente para con el Señor, la prueba va a sacar eso a la luz, porque el oro es probado por el fuego, dice que Dios nos prueba como el oro por el fuego para sacar, para separar la impureza y dejar solamente el oro puro. Por eso es que el oro se funde y se derrite para que se le saquen la escoria y quede solamente el metal purificado y así Dios nos prueba a nosotros. Y nos dice: ¿estás tu dispuesto a sacrificar eso que tu tanto amas por mí? Dios probó a Abraham. Recuerde eso siempre, Dios nos prueba.
Yo le puedo decir personalmente y como muchos de ustedes pueden dar su testimonio, Dios me ha probado a mi continuamente a través de mi vida. Me probó hace 21 años cuando me llamó a pastorear esta iglesia, cuando el reverendo Juan Vergara se regresó a Puerto Rico. Yo era un estudiante graduado de la universidad, no tenía deseo.... yo sabía que Dios me había llamado al ministerio en general pero yo había pensado que Dios me había llamado a trabajar en el mundo académico, en la universidad, enseñando esto y lo otro, escribiendo libros y eso era mi deseo, y para eso yo había vivido toda mi vida desde niñito, educándome, deseando tener una vida académica. Ese era mi gran plan, ese era mi gran propósito y yo vivía con ese sueño, me veía en una oficina universitaria viendo estudiantes y dando conferencias y escribiendo libros y viajando muy elegantemente por el mundo. Así cualquiera sirve al Señor, ¿verdad que sí? Y entonces, Dios me llamó y en mi corazón me dijo: Roberto, yo no quiero que esta iglesia desaparezca. Yo se lo voy a poner en esa manera. Quiero que esta iglesia permanezca. Yo te he llamado a pastorear esta iglesia, esta comunidad que está naciendo, que ha comenzado tan bonita, no la dejes que se muera. Pastoréamela.
Y yo comencé a razonar con el Señor, le dije: pero Señor, si en mi familia nunca ha habido gente así universitaria y ahora tengo la oportunidad de yo desquitarme de todos esos años de pobreza y vivir la vida que yo he querido vivir. Y además esta es una iglesia demasiado pequeña, no me pueden pagar mi salario y además yo no quiero depender de un grupo de gente para mi vida. Me acabo de casar. Quiero tener mi familia, quiero tener mi casa y yo, los pastores que he visto siempre en mi pasado dominicano o en Brooklyn, NY todos son muertos de hambre, no ganan dinero, pasan trabajo, los tratan mal. Yo no quiero ese tipo de vida. El Señor me dijo: bueno, eso es lo que yo te estoy pidiendo, ¿quieres tu pastorearme esta iglesia, quieres tu servirme? Yo estoy pensando.... es mi segundo año en la universidad de Harvard, quiero seguir adelante, quiero sacar mi doctorado, Señor. Me dijo;: no te preocupes, yo me voy a encargar de tu doctorado. No lo vas a perder. Pasaron 5 años después de eso hasta que yo pude graduarme en mi doctorado, y casi lo pierdo. Pero les podría decir cómo el Señor se movió tan maravillosamente para que yo pudiera terminar mi doctorado. Un milagro de los más grandes de los que yo he experimentado en mi vida. Pero decidí darle mi vida al Señor, y perdone que traiga mi testimonio personal pero a veces que más podemos hacer que compartir lo que Dios ha hecho en nuestra vida. Le dije: está bien, Señor. Lo voy a hacer. Aquí estoy 21 años después pastoreando y sirviendo al Señor porque El me lo pidió.
Ahora, déjenme decirles algo, eso no me hace a mi ningún héroe ni nada, yo me atreví a decirle si al Señor. Con esa comunidad pequeña de personas que comenzaba allí en ese lugar. Pero en 21 años, hermanos yo les puedo decir que Dios me ha bendecido mil veces más de lo que yo le he dado a El. Hoy en día la gente ve una congregación de cierto tamaño y ven cierto tipo de ministerio en la ciudad y esto, y dicen: ¡ah, qué bien, qué suerte ha tenido el pastor Miranda! Hermanos, uno tiene que sacrificarse en el Monte de Moría. Hay que morir. Tu tienes que morir a lo que tu amas, tu tienes que morir a tus sueños, tu tienes que morir a tus preferencias personales. Tu tienes que incomodarte. Tu tienes que sacrificarte. Tu tienes que sangrar delante de Dios. Tu tienes que pagarle al Señor por adelantado para que el Señor te bendiga después. Esa es la ley. Hay que darle al Señor primeramente para que el Señor pueda bendecirnos. Y entonces Dios, como en el caso de Abraham, te ha de bendecir y dar con abundancia y con creces. “El grano de trigo, si cae a tierra y muere, lleva fruto, pero si no muere queda solo”, dice la palabra del Señor. Si tu mantienes tu vida solamente en lo cómodo, en lo seguro, tu no vas a morir. Pero si tu mueres y mueres a tus sueños de seguridad, de grandeza, de aspiraciones personales Dios te dice: Yo te voy a dar vida como tu conoces.
Esa es la regla de la palabra del Señor. Y Dios nos prueba.
Yo le hubiera podido decir al Señor: Señor lo siento mucho. No puedo. Eso es demasiado grande para mi, lo que tu me estás pidiendo. Y ¿saben qué? Dios hubiera dicho: Roberto, yo comprendo. No te preocupes porque así es el Señor. Pero me hubiera perdido yo de tremenda bendición. Hubiera estado escribiendo quizás algún libro por allí cogiendo polvo en algún anaquel de una biblioteca que nadie lo lea siquiera. Yo le digo a la gente, mis libros son mi pueblo, la gente que yo ministro y lo que Dios está bendiciendo a través de este ministerio. Son, como decía Pablo, son cartas abiertas. Son libros vivos, libros que están siendo predicados en la vivencia de la gente, y para mi eso no tiene precio, no hay gloria como esa. Pero Dios te va a probar. Escúchame, muchas veces nosotros, Dios nos dice: ¿estás tu dispuesto a servir un aprendizaje de unos cuantos años? Yo llevo 21 años de aprendizaje, como Jacob con Laban, y todavía no me han dado lo que prometieron. Si no me lo dan nunca, Gloria a Dios, me moriré tranquilo. Pero estoy en aprendizaje hasta que Dios decida, porque a veces las pruebas de Dios son bien largas. Hay maneras en que Dios está trabajando que nosotros ni siquiera nos damos cuenta. Pídele a Dios que te abra tus ojos para ver las pruebas que Dios trae a tu vida, para sacar algo que está escondido en ti y para llevarte a otro nivel de vida y pregúntale al Señor si este no es un tiempo en que Dios te está probando.
Ahora, lo segundo, ya lo he enunciado más o menos lo que voy a decir, es que Dios nos prueba. Dios prueba nuestro corazón por medio de nuestras posesiones. Escuche eso. Dios prueba nuestro corazón por medio de nuestras posesiones. Dios prueba lo espiritual por medio de lo material. Dios probó a Abraham pidiéndole su hijo, su posesión más querida. “Toma ahora tu hijo, mire como se lo subrayó, tu único, Isaac”, por si acaso no sabía a quien se refería todavía, y también le dijo “a quien amas”. ¿Era Dios un sádico que estaba allí deleitándose, tu hijo, tu único, Isaac a quien amas? Óigame se lo estaba como estrujando en la cara. Ese ser que es tan valioso, tan precioso, tan único para ti, dámelo. Tómalo, sacrifícamelo, end of story, como se dice en inglés. No le pidió disculpas, no le dijo que lo iba a bendecir, no le explicó nada, porque Dios, hermanos, Dios es el dueño de todo y Dios hace lo que le da la gana. Nosotros no podemos quejarnos de Dios en ultima instancia. Dios es soberano. Dios podía pedirle a Abraham su hijo porque Dios era el dueño de Isaac. Dios lo había creado. Dios le dio a Isaac de una mujer estéril y vieja como era Sara, así que ese hijo era de Dios.
A veces, hermanos las peticiones de Dios vienen en un paquete bien desagradable porque Dios quiere saber si estamos dispuestos a honrarlo aún en lo escandaloso y en lo insultante. Si estamos dispuestos a mantenernos ahí firmes, y le dijo: dame ese hijo y adiós ya sabes cuál es la orden. Dios nos prueba a veces en nuestro corazón por medio de aquellas cosas. El Señor dice que donde está nuestro tesoro, allí está nuestro corazón, y Dios quería saber dónde estaba el tesoro de Abraham. ¿Era Dios su tesoro o era Isaac su tesoro? Hasta que tu no has resuelto ese problema, hasta que tu no has decidido, quién es el que tiene prioridad en tu vida, quién es el que está sentado en el trono de tu vida. Es tu dinero, es tu tiempo, es tu comodidad, es tu privacidad, es tu casa, es tu esposa o tu esposo, son tus hijos, es tu reputación. ¿Dónde está tu tesoro? Y donde está tu tesoro ese es el que va a dominar tu vida. Dios dice: mira, Yo no comparto mi prominencia con nadie. Yo no comparto mi trono con nadie. Tu tienes que decidir primero. Y Yo te voy a poner en una situación en que tu tienes que determinar qué es lo que tu más amas: si amas mi reino o amas las cosas del mundo, incluyendo el dinero, el tiempo y todo lo demás. Yo te voy a poner en situaciones que te van a hacer decidir, en situaciones de crisis donde tu vas a ser confrontado con una opción o la otra. Decide y determina qué es lo que tiene prioridad en tu vida. La palabra del Señor dice que “nadie puede servir a dos señores” y el primer mandamiento de la Escritura es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu mente, toda tu alma, todas tus fuerzas”. No hay segundo lugar para el Señor. Es una cosa o la otra,. Y Dios quería como hacer eso claro en la vida de Abraham antes de poder bendecirlo.
Antes de que Dios pueda bendecirnos El tiene que determinar qué es lo que más amamos y nos prueba a través de las posesiones porque eso es lo que nosotros más amamos generalmente. Y probó entonces a Abraham, así como probó Jesús al joven rico y cuando el joven rico vino y le dijo: Señor, ¿qué tengo que hacer para ser salvo, para ganar la vida eterna? El Señor le dijo: bueno, lo único al final de la conversación le dijo, “toma todo lo que tienes, véndelo, dáselo a los pobres y sígueme”. El Señor lo estaba probando a ese joven. Yo sostengo, no tengo razones para probarlo, pero yo creo, hermanos que si ese joven rico le dice al Señor Jesucristo: está bien Señor, aquí tienes todo mis bienes, lo voy a hacer como tu dices. ¿saben qué? Cuando ese joven iba al ATM a buscar todo el dinero, el Señor le hubiera dicho: párate, regresa acá. ¿sabes qué? Quédate con tu dinero, yo solamente estaba haciéndolo para probarte, para ver si tu estabas dispuesto a pagar el precio de esa tranquilidad espiritual que tu estás buscando, que no te la ha dado la riqueza, ni la reputación religiosa que tienes, ni tu posición en el Sanedrín, ni tu prestigio social, que te inquieta venir a mi corriendo así desesperado como llegaste. Y si tu quieres ganar esa paz que tu estás buscando, Yo solamente quería saber: el precio es que tu me des todo lo que tu amas. Y dice la Biblia que este joven se fue triste porque tenía muchas posesiones. ¿Qué pasó? Su tesoro, su corazón estaba en su dinero, en su posición, y el Señor lo probó por medio de sus posesiones. Y este joven se fue triste como llegó porque si no buscamos primeramente el Reino de Dios y su justicia, las demás cosas no vienen por añadidura. Se quedan allá.
Ahora si le damos al Señor primero y buscamos primeramente el Reino de Dios las demás cosas Dios las provee en su momento, incluyendo el dinero, la comodidad, la privacidad, la paz del alma, todas esas cosas vienen porque a Dios le gusta bendecir a sus hijos, hermanos. Pero El quiere resolver el asunto del corazón. Dios quiere bendecir a gente que ha muerto y que no necesita el dinero ni las comodidades para entonces darles las comodidades y el dinero. Esa es la ironía de Dios. Por eso muchas veces nos presenta la disyuntiva: ¿estás dispuesto a sacrificármela? Y no te dice nada más a veces sino que simplemente te pone allí. Es decir que eso es un principio muy importante. Dios prueba nuestro corazón por medio de nuestras posesiones.
Otro principio: Dios no nos garantiza a veces que saldremos ganando de la prueba. Dios no le garantizó a Abraham que iba a pasar nada con su hijo. Le dijo simplemente: entrégamelo y mátamelo. Sin embargo, Dios tenía algo tremendamente poderoso. Hermanos, yo no te puedo garantizar, digamos que tu decides, bueno yo quiero ser uno de esos 200 que le hacen los 5000 dólares, yo no me atrevo ni te voy a decir: no te preocupes hermanos que Dios te va a dar 10.000 ó 20.000. Sería un charlatán si yo dijera eso. Yo no te puedo probar, y por eso es precisamente un movimiento de fe, porque no hay garantía de retorno. Y tu tienes que jugártelas y tienes que decidir, o tienes que ponerte a esperar a ver cómo Dios te va a bendecir, si te va a bendecir a través de dinero, si te va a bendecir a través de salud, si te va a bendecir a través de ese príncipe azul que has estado esperando durante 10 años, si te va a bendecir a través de esa casa que estás anhelando, si te va a bendecir a través de una sanidad interior, emocional, espiritual. Hay muchas maneras en que Dios te puede bendecir, la manera Dios va a saber si vas a experimentar un crecimiento espiritual y tu fe va a ser aumentada y entonces vas a tener acceso a otras riquezas divinas. Yo no se, no puedo garantizarte eso. Es un riesgo el que nos tomamos, pero yo te puedo asegurar que yo, lo que veo una y otra vez en las páginas de la Biblia es que si tu te atreves, Dios no se va a quedar deudor. Dios no te va a fallar, no te va a faltar, no debes temer porque el principio de Dios es proveerle a los que lo honran y los bendicen. Abraham no estaba seguro de eso.
Y lo último y lo voy a dejar aquí, y creo que voy a continuar el domingo que viene entonces, es que Dios lo ha dado todo. Dios lo ha dado todo. Y por eso El puede pedírtelo todo. ¿Dónde yo veo eso aquí en esta Escritura? Mire, hay un drama invisible que está dibujado en este drama y es el drama de Dios y Jesucristo. Desde que Dios le dijo a Abraham: dame tu hijo, tu único, ahí ya el lector inteligente espiritualmente de una vez, ¿qué hace? Recuerda, porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que crea no se pierda sino que tenga la vida eterna. Dios sabía que un día El tenía que dar a su único hijo también. Es más yo no se cuántos tienes una Biblia que tienen las palabras en rojo, que se refieren al Mesías, a Jesucristo. Mi Biblia en el versículo 8 del Capítulo 22 tiene ese versículo en rojo porque se refiere, según la interpretación de los críticos, lo pusieron así porque cree que se refiere a Jesucristo. Dice: “... y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío”. Ese cordero es el cordero pascual que se llama Jesucristo que Dios estuvo meditando en su propio sacrificio como Abraham en esos tres días camino a Moría. Dios estuvo meditando desde Edén y sabes y antes de la fundación del mundo yo creo. Pero Dios estuvo rumiando el día en que el iba a tener que entregar a su hijo también, su cordero, en la cruz. Y a través de la Escritura vemos el pensamiento obsesivo de Dios en muchas ocasiones acerca de su cordero, que El tenía que ofrecer, su único hijo, como por ejemplo en la pascua que celebraron los hebreos antes de salir de Egipto, y otros pasajes. Dios estaba rumiando ahí, un día yo voy a tener que entregar a mi único hijo también. Y aquí, cuando le pide a Abraham que entregue su hijo, su único hijo Dios sabe. El está probando al que va a ser el padre espiritual de todo Israel y de toda la iglesia, ese padre espiritual tiene que saber lo que el Padre Universal siente en su corazón de sacrificar a su único hijo. Yo creo que había un principio casi judicial aquí establecido que ese padre espiritual que era Abraham tenía salir de la misma cepa que su padre espiritual allí en el cielo, y experimentar el dolor de un padre que sacrifica lo que más ama por un principio universal de amor por la humanidad. Y por eso Dios le dijo a Abraham: yo quiero meterte en mi drama y quiero hacerte partícipe, como Pablo que decía: yo quiero conocer a Cristo en su resurrección, dice, y en sus padecimientos también. Que muchas veces queremos conocer a Cristo en el poder y en su poder para sanar, y para hacer milagros y todo eso, pero cuando nos dicen: mira, por qué no conoces a Jesús también en su padecimiento. Ahí nos echamos para atrás y comenzamos a resbalar.
Pero sabe que usted no puede conocer a Cristo en su totalidad hasta que usted no lo conozca en los montes de Moría cuando El le dice: dame lo que tu más amas. Dame lo que a ti más te gusta. Dame lo que más te agrade. Dame lo que tu más valoras, porque yo hice eso. Hasta que usted no se encuentra en esos puntos así de crucifixión usted no es digno de llevar el nombre de cristiano, déjenme decirles. Si usted no ha dado algo que le ha dolido en el alma, usted no sabe lo que es la cruz. Y por eso es que yo decía es que en todo evento de darle al Señor como Dios quiere, hay un principio de crucifixión. Bueno, Abraham estaba siendo crucificado. Y Dios le dice: mira, Abraham, yo te puedo pedir ese único hijo porque Yo sí que lo voy a dar. Para ti yo te estoy pidiendo simplemente un ejercicio espiritual, pero para mí, Yo voy a dar mi único hijo.
Y hermanos a veces nosotros le negamos a Dios tantas cosas y nos escandaliza cuando Dios nos pide algo, y nunca pensamos que Dios lo dio todo. Y que cuando nosotros le damos al Señor le estamos dando a un ser que no escatimó. Dice el Apóstol Pablo: “ el que no escatimó ni aún su propio hijo”, dice y también añade “ como no nos dará también juntamente con El todas las cosas”. ¡Que bendición! Eso es lo maravilloso, es que Dios no solamente Dios todo lo que El tenía, en términos de lo que más amaba, sino que también dice: mira, como Yo lo di a El, yo te voy a dar todas las demás cosas. Eso es lo bello,. Por eso yo digo de nuevo, volviendo a otro principio que enuncié antes, que nosotros siempre tenemos que darle a Dios desde esa postura de que Dios es generoso con nosotros. Dios nos da con abundancia y entonces El dice: dame, porque Yo soy un padre generoso. Y si Yo te di a mi hijo como no te voy a dar también, juntamente con mi hijo, el carro, la casa, la comida, la supervivencia, la salud, la paz de tu corazón, la salvación de tu alma. Yo di lo más precioso.
Hermanos nosotros no podemos ser tacaños con un Dios que lo ha dado todo. Ese es mi principio final. Tenemos que ser generosos. El que lo ha dado todo merece que nosotros le demos lo mejor de nosotros mismos.
Vamos a bajar nuestras cabezas. Gloria al Señor. Si Dios te pidiera lo que tu más amas, si Dios te pidiera tus sueños, tu comodidad, tu dinero, ¿podrías tu hacer lo que hizo Abraham? ¿Podrías decirle al Señor sin regaños, ni argumentos ni resistencia: está bien, Señor y humildemente lanzarte al camino a crucifixión como lo hizo Abraham? Tres días de camino pensando, me espera el trago más amargo de todos y aquí nunca veo a Abraham quejándose, nunca veo a Abraham echando pestes de Dios o diciendo nada rebelde, sino: Señor, tu me lo pediste,. Tu sabes, amen. No entiendo, pero si eso es lo que tu quieres de mi, te lo voy a dar. ¡Qué ejemplo para nosotros, hermanos! Yo quiero ser como Abraham. Yo no le he dado al Señor hasta la sangre. Yo no le he dado al Señor hasta la sangre. Y todavía hay mucho que yo se que el Señor quiere que yo le tengo que dar, y tu también.
El Señor quiere que nosotros nos despeguemos de las cosas, que soltemos. Eso es todo lo que el quiere, que tu sueltes. Suelta desde adentro. Muere desde adentro para que no tengas que morir por afuera. Esa es la clave.
Señor ayúdanos, ayúdanos a morir.
Ayúdanos a morir a lo que más amamos y a la comodidad y las otras cosas.
¡Ayúdenos a perder el apego a la comodidad, seguridad, privacidad, descanso, sueños, dinero, tiempo, todas esas cosas que son tan preciosos a nuestra naturaleza carnal. Líbranos Señor.
Libértanos Señor de todo lo que amamos y déjanos transferir todo nuestro tesoro, esa perla de gran precio, déjanos venderlo todo para comprarla a ella en esta mañana Señor. Necesitamos tu ministración, padre. ¡Aleluya! Gracias Jesús. Gracias Jesús.
14 noviembre 2009
Génesis 22 (parte 1)
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Soy FRIAS Antonio Vicente - Capellán y Pastor Evangelico
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